Mitología subterránea volver


El Subte porteño.

Los ruidos de las vías del subte -el "ta-tán, ta-tán"- son en realidad el eco de los latidos del corazón de una criatura subterránea fantástica, mitad hombre, mitad topo; el Minotopo. Ideas así sostienen a Subíte, la última campaña promocional de Metrovías, una especie de historia mitológica que da explicaciones pintoresco-clásicas al origen de los subterráneos de Buenos Aires.
Así, según Subíte, los subtes son en realidad truenos de hierro que fueron creados por el rey dios Ilineo para vencer a Carnerbero, el monstruo de la oscuridad. Y las manijas redondas que cuelgan del techo de los vagones son, de acuerdo al mito, los anillos para el equilibrio de la malvada gorgona Salamandra, que fuera vencida por la espada del joven guerrero Nurio.
Estos mitos, que Metrovías ha puesto en avisos televisivos y afiches, son sólo una parte de la verdadera mitología de los subtes. He aquí otros personajes seminales de los subterráneos porteños, que no aparecen en los afiches:

  • Hervideo:
    Antiguo dios del calor y la humedad, hijo bastardo del Diablo y Aquamán. Por su culpa, el subte supera los 40 grados de temperatura en verano y la piel de los pasajeros porteños bate records mundiales de producción de sudor. Su deseo es convertir al mundo en una olla a presión y cocinarnos vivos. Lo está logrando en las líneas B y D.
  • Sordio:
    Joven mancebo silbador, completamente sordo pero con labios y garganta de acero. Sus silbidos -que se escuchan especialmente en la línea C- son tan agudos y penetrantes que destrozan los tímpanos humanos en cualquier viaje. Gracias a ellos se extinguieron de los subtes los seres de oídos hipersensibles, como perros, gatos, ratas y murciélagos.
  • Diurna:
    La bella princesa del horario comercial, amante del sol y enemiga de la oscuridad. Odiaba que la gente viajara de noche. Quien alguna vez intente tomarse el subte después de las 23 o antes de las 7 de la mañana, deberá gastarse seis mangos de taxi. Es la Maldición de Diurna.
  • Minosardo:
    Temible pueblo de criaturas mitad hombre, mitad sardina. Como verdaderas patotas de los ríos subterráneos, los minosardos viajaban todos juntos, apiñados y amontonados; empujándose, toqueteándose, respirándose en las caras, afanándose las billeteras, clavándose los paraguas y violándose las mochilas. Gracias a su herencia, los pasajeros del subte viajan como sardinas en una lata. Y en vagones con olor a pescado.