Cuando las palabras sobran volver


No me cabe la menor duda que de la misma manera en la que hay silencios incómodos, en los cuales dos personas se desgañitan pensando en qué decir para romper el hielo y así poder liberar la tensión que oprime sus almas, existen aquellos en los cuales, si uno sabe escuchar, puede aprender más cosas que en la más instructiva conversación.

Estos últimos son los vividos por dos personas que se aman, o que al menos sienten el uno por el otro algo más profundo que simple atracción física.

Recuerdo aquel momento en el que podía percibir el ritmo de su respiración, y con eso saber cómo se sentía. Acompasado y profundo cuando estaba relajada, feliz; entrecortado y rápido, cuando estaba nerviosa; profundo pero a la vez violento en el caso de que estuviese excitada, y así sucesivamente.

Era un memorable instante, en el cual la ausencia de oralidad se veía magistralmente reemplazada por un exceso de comunicación.

Acariciaba su rostro; su cuello; sus brazos; sus manos,... no dejaba ningún lugar de su cuerpo sin ser rozado casi subrepticiamente con las yemas de mis dedos o el dorso de la mano.

Quizás la parte más hermosa de esa comunicación de sensaciones casi mística fue el cruce de miradas.

Mis ojos seguían el recorrido de las caricias hasta posarse en su rostro, para explorar sus contornos, sus pliegues.

Inmediatamente después comenzó el "momento de la duda", y nuestras miradas comenzaron a saltar constantemente de los ojos a la boca del otro, no pudiendo detener la concentración en alguno de los dos objetivos. A continuación, la vista fija y la mutua observación a los ojos del otro, durante el mayor tiempo posible. En ese momento ella cedió y desvió la mirada sonriendo, sonrisa que yo devolví.

Fuimos felices, nos besamos en silencio, nos miramos. Y de vuelta a recomenzar todo el proceso.

Sin embargo, en determinado momento, tan colmado de felicidad y no creyendo merecerlo, decidí romper ese hermoso silencio con la misma frase que usaría en una situación similar cualquiera que no se atreviese, como yo, a decir "te amo".

- ¿En qué pensás? -dije suavemente, como para no molestar.

- En mi ex-novio -contestó sonriendo la muy puta.