RPZ 287 - Peripecias en las calles cordobesas volver


Subiste al auto y en un frenético trajinar intentaste trazar un camino rápido para llegar a donde querías. No importaba el lugar, si ibas o si venías, lo cierto es que te prendiste al volante cual garrapata en celo y con la frente siempre al frente pisaste el acelerador para salir de una vez por todas.

Pero hete aquí que te encontraste en una congestión vehicular que ni diez aspirinas podrían calmar. Un guaso se te cruzó «redepente» en contramano, y un volantazo te salvó del topetón. Quisiste insultarlo y por el retrovisor te fijaste en la patente: RTI 354.

'Malditas patentes nuevas' pensaste mientras recordabas esas viejas épocas en que podías -con algunas ligeras equivocaciones- determinar el lugar exacto de procedencia del animal frente al volante contrario.

Mientras estos pensamientos profundos te atravesaban el mate, una mujer (dicen que las mujeres y los autos no son compatibles) atravesaba la Avenida Colón como un exocet y con el semáforo en rojo. Sonreiste. Apenas centímetros del impacto y vos solamente sonreiste porque tenía de las viejas patentes, y te asomaste por la ventanilla y le gritaste:

- Santafesina, y la puta madre que te parió!

Y el conductor de al lado entendió tu alegría con un gesto de aprobación.

Después otro maldijo a un porteño que lo salpicó con el único charquito de agua en el asfalto calcinante y coincidió mentalmente en que todo tiempo pasado fue mejor, en materia de patentes.

Seguiste en camino: primera, freno, acelerador, primera, segunda, y otra vez primera y freno... y por si todo esto fuera poco el semáforo se te ponía en rojo en la nariz y se te burlaba con un guiño rojo, otro amarillo y rojo otra vez. No soportabas más, querías llegar antes del mediodía y aceleraste, ni semáforo ni autos te importaban y los colmillos se te asomaban, y como una fiera arremetiste contra el destino... pero tuviste que clavar los frenos de repente.

Allí estaba un Ford rugiente, a un centímetro de tu fitito 600 súper sport, edición limitada. Levantaste la mano pidiendo disculpas por tu inoperancia y pusiste primera antes de que se bajara alguien y tuvieras que pelear por el honor. Cuando estabas a un metro de tu contrincante viste por el retrovisor una mano y una cabeza que se asomaba por la ventanilla y escuchaste un grito:

- Cordobés hijo de re mil putas, aprendé a manejar!

Llegaste a destino, comiste el asado o trabajaste, o lo que tuvieras que hacer y el lunes cambiaste la patente... RPZ 287.