Historia del papel higiénico volver


(Por: Gustavo Romero)

Desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado la forma de limpiarse el culo.
Numerosas evidencias arqueológicas nos indican que nuestros antepasados primates no se lo limpiaban nunca, lo que seguramente produjo el inconsciente colectivo de lo que hoy conocemos vulgarmente como "cascabeles".
Pero la verdadera historia del papel higiénico comienza con la historia de nuestro país.
Los aborígenes pobladores de las pampas cubrían los pastizales con materia fecal, al no tener el preciado papel, lo que motivó más tarde que Julio A. Roca en su campaña civilizadora, se llenara sus botas de unas olorosas manchas oscuras. Montando en cólera y en su córcel, ordenó inmediatamente a su tropa que acabara de una vez por todas con esa horda de bárbaros.
Los soldados arremetieron contra los araucanos, quienes en rápida acción los hicieron bosta, literalmente.
La dantesca escena de la tropa cubierta por toneladas de caca impresionó vivamente a Don Roca. El nauseabundo olor produjo el desmayo del general que al despertar, se encontraba en un caserío. Acudió a su encuentro el cacique Namuncurá, que si bien no hablaba el castellano se hizo entender igual: "bañar tropa huinca y rajar o dunga dunga", amenazó mientras se aflojaba el taparrabos. Derrotado y humillado, el general Roca se retiró profiriendo gritos de horror, y cayéndose repetidamente de bruces sobre el campo amarro que fuera la desagradable sepultura de su tropa.

Una vez limpios y perfumados, los soldados de Roca regresaron empuñando desodorantes de ambiente y sahumerios de la lejana colonia inglesa de la india. Pero no pudieron con la salvaje flora intestinal de los araucanos, y regresaron vencidos y bañados en materia fecal nuevamente.
Esto provocó la intervención del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que prontamente hizo llegar unas pastillas blancas procedentes del Tucumán: el regulador intestinal Palito, de gran éxito popular, pero de escasa efectividad.
Fue una comitiva a dialogar con el cacique Namuncurá para darles el remedio y de esa forma, acabar de una vez por todas con la molestia indiada. Pero regresaron sin éxito, rengueando y hablando maravillas sobre la hermandad racial de los hombres con una voz repentina y extrañamente finita.

Finalmente se produjo la confrontación en las cercanías de la zanja de Alsina que había sido uno de los enviados a hablar con Namuncurá, lo que luego inspiró a los historiadores. Las fuerzas menguaban de una y otra parte, haciéndose necesario un acuerdo. Roca y Namuncurá no congeniaron y el cacique entonces tomó la banda que cruzaba sobre la pechera del general y, en forma despectiva, se la frotó por su parte trasera, la hizo un bollo y la tiró lejos. Este fue, entonces, el nacimiento del papel higiénico.
Luego vino la revolución productiva que abarató los costos de producción, y todo el mundo se limpiaba ya con un suave papel, enrollado en un cilindro de cartón y de fácil transporte. Un artículo moderno que nace gracias al azar, evitando las palomitas y acorde con la sana convivencia cívica. El papel higiénico, estoico símbolo de un pueblo que respeta y ama el cuidado personal, cumple su misión mansamente sin discriminar colas caídas o arrugadas.