La máquina quiere gobernar al mundo volver


Hoy me he dado cuenta de la verdad y es en realidad muy simple: La Máquina quiere gobernar el mundo de los seres humanos. Nosotros mismos nos hicimos cómplices, nosotros nos lo buscamos.

Primero creíamos que la tecnología era la promesa de la bienaventuranza, la tierra prometida, el fértil campo inagotable. Sin embargo, todos los avances de los seres humanos se volcaron a crear una máquina -La Máquina- absolutamente dueña de nuestros movimientos, ideas, cambios y pensamientos.

Antes uno podía salir a la calle y descubrir el mundo. Hoy estamos encerrados en nuestras propias habitaciones, esperando que La Máquina nos de vía libre para salir, para transitar al menos por esos pasillos perfectamente definidos. La Máquina sabe siempre dónde estamos, qué hacemos y decide por nosotros. Nuestro futuro está tan condenado como asegurado. Trabajamos para seguir alimentando a este monstruo, a esta maraña ya impenetrable.

Pero no todo está perdido. Hay gente que piensa como yo y, en esos momentos que la computadora tiene que darse mantenimiento, hemos puesto manos a la obra. Decidimos que la única respuesta es la destrucción del hardware que ha vuelto miserable la vida de los seres humanos. Ahora entendemos que esa guerra conta el Cono Sur fue un ardid del sistema para terminar con la vida de millones de seres humanos que no podían ser utilizados y controlados. Ahora comprendemos que el plan trazado por la espantosa empresa que ha llegado a dominar el mundo, la aborrecible Macrosoft, ha calculado todos los detalles para hecernos creer que hay un grupo antagónico que nos quiere destruir y que es preciso actuar en consecuencia.

Armamos nuestro plan de batalla. Un grupo de valientes salió en la madrugada justamente en el momento que la computadora feroz verificaba cada una de sus funciones, infinitas y perversas. Llegamos a Macrosoft y, quizá por milagro, entramos por un ducto de aire que alguien, sesenta o setenta años atrás, había olvidado de conectar a La Máquina. Sin embargo, ésta nos detectó de inmediato y comenzó una inmisericorde batalla. Los nuestros caían víctimas del gas, el calor o la radiación insoportable. La Máquina seguía nuestros pasos, a pesar de haber cortado algunos de sus sensores remotos. Fueron horas angustiosas antes de llegar a la consola, el lugar donde se encuentra ese teclado que podría desconectar al dictador.

Herido, me acerqué a la pantalla principal y quedé horrorizado... Una ventana mostraba el mensaje:

Orden: Destruir el Planeta.
Tiempo para la destrucción: 25 segundos.

Me aproximé lo más que pude, pero mis piernas ya no respondían.

7...
6...
5...
4 segundos.

El teclado estaba demasiado lejos.

3...

Aunque lograra alcanzarlo, mis manos no tenían fuerzas.

2...

Era inútil.

1... 0...

De pronto, una ventana blanca se dibujó en la pantalla:

"General Protection Fault in Kernel Module: 007889:737493 address"

El mundo se había salvado.