Espermatozoide revolucionario volver


Cierto joven aplicaba como método anticonceptivo el muy común coitus interruptus, es decir, que cada vez que se encontraba al borde del orgasmo, se retiraba del interior de su compañera y lanzaba su descarga del líquido reproductor sobre lo que hubiese delante, ya fuera la sábana, la pared, e inclusive, en alguna oportunidad, en el mismísimo techo de la habitación.

Este método, aplicado de manera constante, trajo como consecuencia un notorio malestar entre los espermatozoides del joven, malestar que fue creciendo hasta que uno de los espermatozoides, revolucionario él, citó a todos sus congéneres en el testículo izquierdo del joven a efectos de llevar adelante un acto reivindicativo. La oratoria del espermatozoide revolucionario giró en torno al referido método anticonceptivo en los siguientes términos:

"¡Compañeros espermatozoides!"

Fue recibido con algunos aplausos de los presentes.

"¡No podemos permitir que este hombre siga con su costumbre de acabar fuera y negarnos el derecho a procrear!"

Provocando con estas palabras aplausos más numerosos.

"¡No es ésta una época en que se pueda permitir que se nos niegue el derecho más sagrado en la vida del espermatozoide. El derecho, valga la redundancia, a la vida!"

Aplausos cada vez más entusiastas.

"¡En una sociedad supertecnificada, en que se niegan los valores sociales, en donde se ha entrado a tercerizar nuestra tarea, generando bebés de probeta!"

A esta altura la multitud estaba realmentre enfervorizada con las palabras del espermatozoide revolucionario, el que prosiguió desde el estrado:

"¡Una sociedad que guarda óvulos fecundados congelados, para que en el futuro las mujeres decidan si quieren o no tener un hijo, prescindiendo de las futuras generaciones de espermatozoides, negándonos el derecho de la sana y libre competencia por fecundar un óvulo, seleccionando de manera totalmente arbitraria quiénes pueden o no fecundar..."

La multitud ya rugía de entusiasmo y aplaudía al orador.

"¡Ya estamos cansados de ésto. Ya no queremos más morir contra las sábanas en un último acto de frustración!"

La multitud de espermatozoides comenzó a entonar estrofas alusivas, entre las que fue ganando cuerpo una sola palabra:

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...!

El espermatozoide revolucionario, contagiado por el público, fue avanzando más en su énfasis y comenzó a agitar más aún a las masas seminales.

"¡Compañeros espermatozoides! No renunciemos a nuestro sagrado deber. No nos dejemos vencer por el imperialismo. Levantémonos y luchemos por nuestros derechos."

El público ya deliraba y el canto crecía y crecía.

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...!

"¡Compañeros! la próxima vez que este sujeto tenga relaciones sexuales debemos demostrarle que no estamos dispuestos a dejarnos morir con los ojos abiertos. La próxima vez que tenga relaciones sexuales, saldremos todos juntos, sin previo aviso...!"

Delirio en la multitud de espermatozoides.

"...a cumplir con nuestra única misión en la vida y le haremos, no uno, ni dos... le haremos todos los hijos que podamos. Iremos hasta donde ningún espermatozoide ha llegado. Fecundaremos tres, cuatro, cinco óvulos, para demostrar que somos un gremio organizado, combativo, solidario..."

Las últimas palabras de esta frase se perdieron en el delirio de los espermatozoides, que seguía creciendo, y no sólo el delirio crecía, porque se apreciaba la excitación del joven, que quiso la casualidad que en esos instantes comenzara a franelear a una chica.

"Ahora es el momento, ahora es la hora de la lucha!"

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...! -gritaba la multitud, justo en el instante en que comenzaba el movimiento copulatorio del joven.

"¡Ahora... Vamos todos... Síganme compañeros, hagamos hijos!"

Y dando el ejemplo, se dirigió rápidamente al túnel que durante siglos ha marcado el camino de la gloria de los espermatozoides. La multitud lo siguió de inmediato.

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...!

Como un torrente de vida, millones y millones de espermatozoides corrieron tras el espermatozoide revolucionario, gritando su consigna:

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...! -mientras que su lider los azuzaba.

"Vamos... Síganme compañeros. A hacer hijos. Adentro los que luchan...!"

Y el torrente entró en la recta final Y el espermatozoide revolucionario los guiaba:

"¡Vamos, síganme compañeros!"

Y todos lo seguían, rugiendo y cantando, mientras el joven, ajeno a lo que sucedía en su interior, seguía introduciendo en su pareja su enhiesto falo.

- ¡Hijos... Hijos... Hijos...!

Y cuando ya se avizoraba la salida. Cuando ya estaba cerca de la meta tan ansiada, el espermatozioide revolucionario, levanta los brazos y les grita, desesperado.

"¡Pareeeeen...! ¡Pareeeeen...! ¡Paren que es un culo...!"

...ya era demasiado tarde.