El diario íntimo de De la Rúa volver



Olivos, 20 de diciembre de 2001

Querido diario:
Esta mañana me levanté feliz, realmente soy un tipo de suerte. Durante la media hora que me llevó quitarme el piyama, miraba a Inés, que aún dormía, y pensé: "Realmente tengo una familia maravillosa, una hermosa mujer, dos hijos estudiosos y trabajadores, una bella hija y una nieta que es un sol". Como Presidente no me puedo quejar. Tengo un hermoso gabinete, dos Cámaras que me apoyan, un bonsai y un ministro de Economía que es un sol.

Mientras desayunaba, miraba por la amplia ventana que da al jardín de la quinta. El sol atravesaba las frondosas arboledas, iluminando el césped recién cortado. Los jardineros, felices, juntaban las hojas secas encendían pequeñas fogatas cuyo humo perfumaba sutilmente la mañana, Aunque por momentos entraba por la ventana un penetrante olor a goma quemada y algunas columnas de humo negro asomaban detrás de los paredones que daban a la avenida Maipú, bandadas de alegres pájaros multicolores parecían entonar bellas serenatas de amor dedicadas a mí. Incluso, por un momento, creí escuchar que uno de ellos entonaba una hermosa canción que decía algo así como: "De la Rúa, compadre...". Sin que yo lo notara, Inés se me acercó por detrás y me dio un largo abrazo.

Sus manos estaban sudorosas y todo su cuerpo vibraba como en un nirvana. Es increíble que después de tantos años, mi cuerpo aún siga despertando en ella tanta pasión. Realmente soy un tipo sexy.

Cuando me avisaron que ya estaba listo el auto para traerme a La Rosada, fui hacia el garaje y allí estaban todos los empleados mirando por televisión a un montón de gente que rompía todo entre gritos y hombres uniformados disparando sus poderosas armas.

Miré a uno de mis choferes que se mostraba realmente consternado y le dije: "Qué suerte que no vivimos en Afganistán... no? Mire cómo están". Ya en la calle pude observar un acto de vandalismo. Vi cómo un malviviente huía de un supermercado con un carrito repleto de mercadería. Pero ese delito no quedaría impune.

Antes de que mi coche doblara en la esquina pude ver a decenas de personas corriendo detrás de él para capturarlo.
Lo que no entiendo es por qué aquellas personas también empujaban carritos repletos, dado que podrían alcanzarlo más facilmente sin ellos. Desde que llegué a la Casa Rosada no hice más que firmar papeles.

Es admirable lo eficientes que son mis muchachos. En la calle se escuchan los cohetes. La gente está celebrando con anticipación la llegada del año nuevo.

Me quedé pensando en uno de los papeles que firmé. Allí decía algo de una renuncia y de La Nación. Mis asesores me explicaron que era para cambiarme de AFJP. Hay que tener los ojos bien abiertos cuando se trata de la jubilación!. En la calle se escuchan más festejos. Debe ser por alguno de los papeles que firmé. Mañana voy a preguntar por cuál.

Bueno, querido diario, ahora tengo que dejarte. Parece que vinieron a buscarme con un helicóptero.
¡Qué amables!