Los colimbas


Todo argentino varón está sometido en tiempo de paz a la obligación de prestar el servicio militar. De no haber sido por el bello decretito del Mendez, todo seguría siendo más o menos así:

Todo empieza por un sorteo público, realizado por la Lotería, dónde no se juegan billetes ni dinero: se juegan destinos. Así, los felices poosedores de un número bajo quedan exeptuados de la obligación militar. Los otros no.

Poco tiempo después, uno recibe la citación para la revisación médica. Los médicos (para entrar en confianza, tal vez) proceden a explorar los lugares mas inhóspitos de los ciudadanos, y pocos se atreven a alzar una voz de protesta, cuando ya le han metido el dedo en la parte de atrás. Cada cual hace lo suyo para eludir el destino. Llevan radiografias de la madre, fingen miopía o se tragan carozos de aceituna en la sala de rayos X... que hasta cancer parezca. El ciudadano recibe vejaciones diversas y vuelve a su casa con un susto padre.

En la incorporación pelan a todo el mundo. Despúes entregás la ropa de civil a cambio de la indumentaria militar, que se asigna según el criterio castrense de las medidas antropométricas, según van saliendo del canasto.

Al cabo de algunos días, se empieza a aprender:

  • Que hay mas correntinos que lo que uno suponía.
  • Que el superior siempre tiene razón.
  • Que no se saluda diciendo "Hola, como está".
  • Que al señor que nos iba a acomodar no lo conoce nadie.
  • Que colimba significa: COrrer LIMpiar BAilar.
Y lo más importante:
  • Que en el ejército no se hace nada, pero temprano.
Claro está que podemos asumir distintas actitudes frente a estas situaciones. En la colimba se pueden asumir tres actitudes:
  1. Preguntar "¿y por qué?" cuando a uno lo mandan a limpiar la letrina. Decirle al Cabo Gomez "usted a mi no me grita". Gritarle al Teniente Rodriguez "porqué no te hacés el guapo afuera". Lejos de festejar estas salidas, el personal jerárquico suele castigarlas con carcel y "baile".
  2. La actitud patria, colaboracionista o de paso al frente. Es la del voluntario, del que tiene el uniforme bien planchado, del que hace lagartijas con una sonrisa en los labios, del que le presenta la hermana al capitán Fuentes. Esta postura puede traer aparejado que el resto del pelotón murmure por ahí: "Mirenló al alcahuete de González".
  3. La actitud no comprometida, adoptada por quienes quieren pasarla bien: no hay que hacerse notar, no hay que ser el más rápido, ni el más lento, ni el más inutil, ni el más apto, ni el más limpio, ni el más roñoso. En el medio de la fila uno pasa desapercibido.
Hasta que a uno, al final, lo dejan ir. Entonces el conscripto, de puro contento nomás, les perdona la vida a todos los superiores que había jurado estrangular, y hasta los saluda, el muy hipócrita. Es que el soldado sale seguro de que se avecina una época de feliz libertad. Nada de eso. Porque de inmediato aparece el estudio, una oficina, una fábrica, que esta vez es para siempre... y ¿te acordás Gonzalez el día que le cortamos los frenos al Jeep del Teniente?...
Qué divertido era aquello...