Carta de un pene al Viagra volver



Querida Viagra:
Antes que nada feliz cumpleaños, eres el bebé más bello y útil que haya nacido jamás.
Soy yo, sí, ese que vive escondido en el interior, ese que todo el mundo quiere pero inexplicablemente ocultan.
Sé lo feo y cabezón que soy pero lo peor no es eso, sino que tengo la eterna obligación de andar con las Morochas, unas hermanas espantosas, solteronas, gordas y peludas, que como castigo de Dios que no me dejarán solo ni para bañarme. Ellas son horrorosas, pero reconozco que son mi única compañía en esta solitaria vida de interior a la que estoy condenado.
Amigo Viagra, antes de que nacieras, tenía la posibilidad de vengarme de mi propietario haciéndolo quedar en ridículo cuando se quería lucir con sus amigas, a veces, hasta me portaba grosero y no me levantaba ante ellas, era entonces cuando él decidía acudir a ti.
Sí, confieso que en ocasiones me mueve el odio hacia ese esclavista, negrero y déspota insaciable, que pasa todo el día vanagloriándose de mí, pero que sin embargo, me oculta con vergüenza apachurrando mi fluctuante humanidad contra mis redondas hermanitas. La cosa debería ser al revés, es decir, que él se tape y me deje afuera, total, el que levanta y el que se levanta al final soy yo.
Y es que por paradójico que pueda parecer, yo, así, feíto y calvito, entalcaíto y con mi cuello de tortuga fashion, un poco ajado y sin planchar, soy todo un éxito con las mujeres. A mí lo que me falta es hablar y si lo hiciera, lo primero que haría sería consultar a los sexólogos Rómulo Aponte, Vladimir Gessen y Fernando Bianco, para que expliquen tanto a mí como a mi propietario, por qué si él es quien se mata trabajando doce horas diarias para conquistar a las mujeres: las enamora, las lleva a bailar, les gasta dinero en regalos, cenas y hoteles, ellas, al final, por quien terminan locas es por mí. Yo creo que es por eso que mi propietario me tiene envidia. Sí, seguramente es por eso que me esconde, porque después de su esfuerzo, el acariciado y besado soy yo. Eso es ganar indulgencia con escapulario ajeno lo reconozco, pero de alguna manera debo vengarme y encontrar satisfacción en la vida.
También reconozco que a veces soy algo malcriado y caprichoso y que por momentos, se me levanta la sangre a la cabeza. Me vuelvo como loco y comienzo a empujar la ropa como queriendo gritar: ¡sáquenme de aquí! Pero nada, como respuesta, me aplasta y me manda atrás... al rincón de siempre.
Querido Viagra, debo confesarte que soy un cobarde y que si me asusto o tengo frío, corro rapidito a esconderme junto a mis gordas hermanas. Sin embargo, a pesar de mi miedo, cuando estoy allá en el fondo, me río mucho porque mi propietario se preocupa y comienza a buscarme desesperado. Yo me quedo calladito, agachadito, escondidito, acurrucadito, pero bien acurrucadito para que él no pueda sacarme.
Pero cuando me da calor, lo que me provoca es salir por el ruedo del pantalón para no ahogarme. El otro día mi dueño fue a una piscina y se puso un traje de baño chiquitico, al principio yo estaba tranquilo aunque un poco incómodo, pero después de la primera zambullida, la tela se pegó más a mi piel y yo, tiritando, me escondí porque el agua estaba muy fría. Entonces mi propietario, ni corto ni perezoso, haciéndose el disimulado, se metió un limón dentro del traje de baño. Yo estaba enfurecido con semejante ridiculez, pero después me hice amigo del limón y se lo presenté a mis hermanas morochas a quienes les dije que era un pariente de Marte que vino a visitarnos.
Hay gente que se pregunta porqué Dios no nos hizo más bonitos y yo pienso: menos mal que somos bien feítos, porque si con esta pinta las mujeres se vuelven como locas y nos caen a besitos, si fuéramos bellos... nos comen vivos.
Amigo Viagra, como verás mi vida es bastante aburrida pero tengo que estar como los scouts: siempre listo, por si acaso.
Antes de despedirme, quiero decirte que es horrible cuando te obligan a participar en fiestas que tú no inventas y más horrible aún cuando tu propietario te coloca esa horrorosa capucha de látex, te sientes prisionero en un estrecho e infernal sauna que apesta a caucho y que siempre te coloca cuando más calor tienes.
Tengo que terminar esta carta con un pensamiento ambiguo: yo sé que tú existes para que yo funcione bien, lo malo es que ahora ya no me puedo vengar de mi propietario. Perdí el control. Me tengo que levantar no por voluntad de mi propia cabeza, sino por la de él ayudado por ti.

Feliz Cumpleaños Viagra!
Gracias de todas maneras!