Casamiento venezolano volver


Esta es una típica boda de la clase media venezolana. Si nota una marcada diferencia entre la nobleza de principios de siglo y el indígena que sale borracho después de los tragos es pura coincidencia...

CONOCIENDO LAS TRADICIONES

Si existe un acontecimiento en Venezuela que marca historia ese es el matrimonio, trajes, arroz, fotos, lágrimas, queso, flores, sueños, "Wisky", merengue, centros de mesa y hasta el impelable "trencito", son elementos que no pueden faltar en este tipo de celebraciones. Tras la inevitable caravana de automóviles llegan los invitados al lugar del banquete. En esta parte del ritual siempre hay una señora que le da un coñazo al hijito, acompañado del clásico "si sigues, nos vamos ya para la casa... ", y uno que otro invitado barrigón que aprovecha la distracción de la gente ante la llegada de la novia para acomodarse las bolas y arreglarse la corbata.
La novia luce con heroísmo ese artefacto de tortura medieval llamado "traje de novia", el cual está diseñado para hacerla ver lo menos parecida posible a ella misma, de manera que el novio se pase toda la noche preguntándose "... esta será de verdad Margot?". Si para el recién estrenado esposo constituía un deleite la altiva figura de la dama, ahora la va a encontrar encorvada como el jorobado de Notre Dame bajo la cola y el velo.

EMPIEZA LA PROCESION

Ya en el banquete toca a los novios, si son de buen linaje, someterse a los rigores del saludo, allí marido y mujer en compañía de sus respectivos padres, reciben congratulaciones de quienes van llegando en una especie de "improvisada alcabala". Luego le corresponde el turno a la sesión de fotos, la cual dura al menos tres horas o setecientos rollos (lo que se cumpla primero). Primero la foto de los novios, luego la de ellos con los padres, y la de los hermanos, cuñados, primeras esposas de algunos de ellos y el novio de turno de la hermana menor, que es un inglés divorciado y con dos niños, lo que hace necesario la foto de los padres y los hermanos con el inglés y sus retoños. La foto con la madrina, la foto con la mejor amiga de ella y el mejor amigo de él (que siempre pensaron que se iban a casar pero él lo que está es pendiente de machucarla en fiestas y reuniones).
Luego vienen los tíos, primos hermanos, segundos y terceros (aunque los estén viendo por primera vez en sus vidas, ya que viven por Caripe y siempre están mamando como para venir de visita a Caracas); también está la foto con el entrenador del perro, el profesor de aerobics y el que les cuida la casa en la playa. La foto con el vecino que le cambió los pañales a ella cuando estaba chiquita y la foto con un señor que aunque no está invitado a este matrimonio entró a preguntar "de quien es un Corolla azul, que me está trancando?".

ENTRE EL CALOR Y EL SABOR

Llega la hora del vals, aquí la novia debe bailar con cada una de las personas antes mencionadas (sin incluir al señor que estaban trancando), y que siempre hay un viejito amiguísimo de la familia que agarra a la novia más de lo debido. La orquesta con buen gusto comisionará al cantante para que felicite al novio, llamándolo por un nombre equivocado y así poder dar comienzo al baile, siguiendo el vals llegará un pasodoble para que no haya un cambio brusco que confunda al viejito (que sigue apretando a la novia más de lo debido).
El comando de mesoneros ubica en las mesas un servicio completo de "güisky", y por un trago no se preocupe pues siempre habrá un sujeto (categoría "macho pagador de cuentas"), que le preguntara"... como lo tomas, mi caballo?", mientras las señoras se abalanzan sobre la mesa de quesos con un plato en cada mano (uno para ella y otro para su consorte que le dijo "Negra, tráeme un poquito e'queso", mientras campaneaba el trago con el dedo. La selección de quesos y frutas es arrasada y nunca falta quien cartera abierta en mano, se apertrecha de algún quesito y unas uvas o ciruelas haciendo conjunto con la polvera, el celular, la estampita de José Gregorio Hernández y las llaves del carro.

MI VIDA POR UN TEQUEÑO

En este punto del bonche salen los pasapalos, el sonido de docenas de personas masticando solo es aplacado por la orquesta (que por cierto andan ladillados del tío de la novia que bien rascao les ha pedido como siete veces "Ansiedad de Chelique Sarabia", mientras tanto bolitas de carne, queso, cachapitas y mini lumpias preparan su salida y en mitad de la noche, se escucha el grito de alguna dama de traje largo y copete, quien emulando a Rodrigo de Triana logra divisar de primera lo que toda la fiesta espera y en ese momento vocifera con voz aguda "llegaron los tequeños".
Conmoción y nerviosismo invaden el salón, el mesonero sabe que tiene que amarrarse los pantalones o terminar rodando por el suelo pues las masas enardecidas se abalanzan sobre él, quien además de cargar la bandeja tiene que esquivar a dos señoras gordas que lo persiguen por todo el salón, de paso, tiene que agacharse para que las niñitas del cortejo (trajes ya negros de tanto arrastrarse), solicitan el preciado pasapalo; asimismo tiene que atender el reclamo de los novios que le dicen ".. a la mesa aquella, no les has llevado ni un pasapalo". El último tequeño de la bandeja siempre es motivo de disputas, miradas recelosas y una que otra risita nerviosa, al final y como en el viejo Oeste, gana el mas rápido y no el más refinado, paralelo a esto la imagen de las servilletas en la mesa con tres o cuatro tequeños vigilados y protegidos por la mirada fiera del dueño(a), quien no tiene intenciones de negociarlos en el mercado negro.

SE ARMÓ UN LIMPIO

Terminada la cena le llega el turno a la tradición, me refiero al "buqué" y al "liguero". Primero la novia, con la ayuda de la orquesta hace un llamado a las solteras mientras observa con atención donde está metida María, su amiga de toda la vida que está a punto de quedarse a vestir santos y adula en todas las fiestas a las demás damas que se niegan a participar porque es "pavoso", ya que tienen bastante con haber ido sola a la boda y de paso, en la fiesta no hay ni un solo hombre que valga la pena (hablamos de los que fueron a la fiesta a buscar a quien machucaban esa noche).
La novia se coloca de espaldas, lanza el "buqué" y Maria lo roza pero cae en manos de la ex novia del novio, que aunque lo dejó hace dos años por un sueco (que estaba buenísimo) y que había conocido en un simposio, terminaron y luego se convirtió en una buena amiga de la feliz pareja y por eso la invitaron. Toca el turno al novio, él se arrodilla para sacar el liguero que por requerimiento del público y del cantante del grupo (que sigue empeñado en que el carajo se llama Arnoldo y no Aroldo), lo tiene que hacer con los dientes, al final el novio consigue su cometido luego de accidentalmente pegarle la boca a la suela del zapato de la novia. El llamado ahora es para los solteros, un nuevo lanzamiento y el liguero cae directamente en las manos del hijo de la vecina que tiene 18 años y el acné se lo está comiendo.
El coro de manganzones comienza a clamar porque comience la última parte del evento, donde el pobre carajo tiene que ponérselo a la que se ganó el "buqué" (quien es la ex novia del novio, que de paso esa buenísima y se acaba de operar las tetas), y quien anda recién empatada con un Disip, el cual ya está lo suficientemente arrecho con el jueguito. Se abre paso el no menos popular cotillón, agarre su pito y su papelillo que ya Enrique (al que le dicen Kike), primo gordito del novio que es un vacilador y jodedor de primera y de paso simpático y rumbero, va a organizar el "trencito" (procure agarrar una buena cadera para apoyar sus manos) porque en minutos usted será succionado por una fila de personas que al compás de la conga de Ricardo Montaner pegan un brinco y estiran la pata, confiados en el alto estado de intoxicación etílica imperante que resguarda sus identidades hasta el día siguiente.

ULTIMO ACTO

Con la rumba prendía, hace su entrada triunfal un grupo e'tambores, aquí las niñas bonitas de sociedad, los postgraduados bostonianos, el fino sibarita y la mamita del "buqué" (la misma de las tetas operadas, la ex) como por arte de magia y sin que puedan evitarlo como poseídas por un gran espectro del mas allá, se les sale lo negro y comienzan tacón en mano a bailar tambores de la costa. Por su parte los caballeros corbata de lado y "paltó" en mano cazarán picones y se incorporarán a una rueda de pescao en mitad del salón, el sudor abunda (la del "buqué" se arregla las tetas, ya que tiene un vestido strapless y están que se le salen), ahora sí se puso buena la vaina y mientras todos ponen de manifiesto su exhuberancia, uno que otro borracho echa el primer camarón de la noche, mientras que en una mesa a lo lejos están dos carajos solos y uno le dice al otro "Yo cuando carajito era novio del culo que se casó".
También siempre está el que pretende encontrar respuestas a través del vaso de "güisky" y cual mago observa a través de los hielos y el amarillo del "etiqueta negra", también esta la dama que vomita porque "Ramón, no se que me pasó, no estoy acostumbrada a beber así... ", y el infaltable valentón que quiere arreglar esto a coñazos con el carajo que le vió un picón a su jeva. Segurito que usted alguna vez a estado en una rumbita parecida o a lo mejor podríamos estar describiendo su boda... con orgullo venezolano.