Un relato erótico volver


Como siempre, se puso a su espalda y cerró los ojos sin decir palabra. Deslizó sus dedos rozando la blusa y buscó los botones para liberarla.
Alcanzó luego la cintura elástica, desabrochó un botón y bajó la falda casi sin rozarla. Tanteó los bordes del sostén de seda que con manos diestras dejó que cayera. Hizo lo mismo con las medias negras y deslizó la pequeña tanga entre sus piernas.

Cruzó entonces sus sólidos brazos bajo los pechos de ella, la elevó en el aire y libró sus tobillos del ovillo de tela. Cuando estuvo desnuda dudó si mirarla y prefirió el recuerdo de noches lejanas.
Consintió un ambiguo desliz de sus manos para acariciarla pero se resistió luego a que jugaran sus labios. Suspiró un segundo, olió a lo que olía y sintió que todo giraba en el mundo.

Tomó otra bombachita y otro sostén diminuto y, esta vez sin medias, comenzó a vestirla. Le puso un top de color plateado y una blusa blanca que se trasparentaba, un pantalón pirata y un bolso de paja. Y cuando estuvo seguro que estaba perfecta, sin siquiera mirarla, buscó otra vidriera donde seguir trabajando...